Hay horas de pausa,
horas neutrales,
horas para apreciar
los lentos movimientos de las sombras.
Los árboles, las casas, las personas
a la luz exigua de un cuarto de luna,
proponen cierto alivio de la vida codiciosa,
de la vida que trata de acabar con su ansiedad
o tal vez consigo misma
cuanto antes.
Hay horas sin objetivos,
horas para recuperar la armonía,
para vivir,
para pensar, imaginar, crear…
como los sabios,
como algunos poetas y músicos,
como la gente que ya es feliz.
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