jueves, 9 de marzo de 2017

La soledad del perro

Hay un perro triste en el vecindario,
Un perro que gime.
Tal vez le asusta la soledad en la noche.
Tal vez tiene hambre.
Otros perros, a lo lejos,
le contestan con ladridos desganados.
No sienten su pena.
.
El perro del vecindario vuelve a gemir.
No es capaz de ladrar bajo las nubes sombrías.
Está muy solo

La soledad del perro me conmueve.
La mía empieza a dolerme.
Hay noches en que uno no quiere estar solo,
no quiere ser un perro triste
como ese que gime y gime
porque lo único que le importa en el mundo:
su dueño, no está.

Pero no te hagas ilusiones. No te echo de menos.
Tu ausencia es una bendición.
Aunque es cierto que me hace falta algo, alguien…
alguien que no eres tú.

Ahora podría acariciar la cabeza del perro del vecino
para aliviar su desazón, para que no gimiera,
para hacerle entender que no está solo en el mundo.
Así yo también dejaría de sentir esa inesperada soledad,
la soledad del perro.

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