A estas horas no deberíamos
estar despiertos.
Está amaneciendo.
El aire es fresco, pero se
está bien en la galería.
La vela de citronela ahuyenta
los insectos.
Tu mano fría se une a la mía.
Aun queda vino en la
botella.
Levantaremos las copas.
Las primeras luces del día se
reflejarán en el vino.
Tal vez su color parecerá el de la sangre
o el de los corazones que la
bombean.
Los nuestros palpitan ahora acompasados.
Debemos apretarnos un poco
para no sentir frío.
El tímido sol le da perfiles
anaranjados a este vino de uva sirah.
Sigue contándome esa
historia de la hija del comerciante de setas.
Estás inquieta.
Apriétate más.
Las copas están casi vacías.
¿Quieres más vino?
Ya casi es hora de tomar
café.
Unas rebanadas de pan tostado
con aceite y un poco de sal nos harán bien,
sean para acabar el vino o
para empezar el café.
Nos harán bien.
Vamos a la cama.
Sí. Acabamos el café… y a la
cama.
No nos develaremos.
Dormiremos igualmente.
Pero me estás contando la
historia…
Podemos acostarnos y terminas
tu relato en la cama.
Prometo no besarte hasta que
el vendedor de setas de tu historia
las haya vendido todas. A su
hija le hace falta un ingreso extra
para establecerse en
Barcelona.
Es una buena ilustradora y
tiene ideas interesantes.
En la ciudad tendrá buenos
contactos y porvenir.
Eres ingeniosa y tus
trabajos son elegantes.
Los de la bodega aprobarán
tus etiquetas.
Esa serie de viñetas es
genial para singularizar sus botellas.
Al público joven le
encantará.
Te pagarán bien y te pedirán
más ilustraciones.
No necesitarás el dinero de
tu padre.
Eso, al hombre, le aliviará.
Este septiembre no ha llovido apenas
y la temporada de setas no
será buena.
Se te cierran los ojos.
Durmamos.