martes, 26 de abril de 2016

¿De qué color era tu pelo?

Aquellas tardes grises de un lejano invierno fueron el marco de algunos encuentros impetuosos y breves. 
Contra todo pronóstico, la llegada de la primavera sembró de inteligencia práctica nuestra relación. La luz revelaba que no estábamos hechos el uno para el otro.
Ella guardará, tal vez, un recuerdo vago de mí, desvaído como el que yo tengo de ella. 
Ambos atesoramos, empero, enseñanzas imperecederas sobre el amor y el deseo o. en buen orden, sobre el deseo, el amor y el desamor. Hay grisuras que perviven como lecciones.
El amor se sabe, el desamor se aprende.
Gracias, maestra. 
¿De qué color era tu pelo? Te lo teñías ¿verdad?

lunes, 25 de abril de 2016

Cuando pueda reparar mi barca


Cuando pueda reparar mi barca
remaré otra vez contracorriente.
Sin destino aparente,
hacia la nada
allá donde está todo, 
de haber algo.

Tengo que buscar maderas nuevas
y otras velas
invencibles a los vientos.
Aunque esperaré un poco.
Ahora me he abrazado a la pereza
y siento su cariño
y lo disfruto.

La manera más prudente
de romper un buen abrazo,
sin dolor,
es dejarlo que se afloje poco a poco.

Mañana o pasado mañana,
acaso la próxima semana,
te dejaré, pereza.
Nuestro amor para siempre es imposible,
bien lo sabes.

Debo reparar la barca
porque algo me dice que mar adentro
hay sirenas cuyos cantos ya no engañan
y quiero ver si es cierto
y verlas.

No te preocupes por mi, pereza.
Sé que es peligroso,
pero tengo experiencia
y he aprendido
a caer bien en las trampas.
Ya saldré si llega el caso,
como siempre..

Te dejo ya, pereza,
voy a por la tela de las velas.

Jordi Rueda






sábado, 23 de abril de 2016

Sedúceme, sedúceme

Un amigo me recuerda hoy, Día del Libro, que Jorge Luis Borges dijo que “el verbo leer, como el verbo amar y el verbo soñar, no soporta el modo imperativo”.
Parece que sí, que hay cosas que no son fáciles de imponer… salvo que se utilice una trampa, la de la seducción. Así, un libro con una ilustración de portada y un titulo sugerentes, te dice léeme, léeme, y no hacerlo produce dolor en el cerebro.
También en los adentros de la cabeza se instala súbitamente la mirada hermosa de una mujer interesante que te reclama, si sabes leerla, ámame, ámame. No hacerlo te desazonará durante horas o, tal vez, días o meses.
En cuanto a los sueños, ay, en cuántas noches de desvelo has sentido que debías interrumpir tu armoniosa soledad al imaginar que detrás de la luz blanca de la luna se esconden estrellas lejanas que te piden: suéñanos, suéñanos.
Para desobedecer con causa desobedecer es el verbo que siempre conjugo ante cualquier imposición, te diría, libro, mujer o estrella, solo dos palabras: sedúceme, sedúceme.

23 de abril de 2016

jueves, 21 de abril de 2016

Hablaremos después

Le llaman sexo oral,
pero hay que callar para gozarlo.
Con lengua, pero sin voz,
despierta la humedad con fuego.

Besando tus enigmas 
con los ojos cerrados 
me embriago de luz 
y me pierdo en tu cuerpo que palpita todo
para sentirme hallado.  

La savia del árbol de la vida
se derrama tibia entre tus labios
y hay lágrimas de felicidad
cayendo de tus ojos.

El amor es líquido. 

Hablaremos después,
enamorados. 









martes, 12 de abril de 2016

Rompe un espejo para verte mejor

Rompe un espejo para verte en pedazos. 
Es un ejercicio que te exime de imaginar tu dispersión. La ves. 

sábado, 9 de abril de 2016

Cobardes sin miedo

Esa gente parece no tener miedo, pero tampoco tiene valor.
Se cree segura al sentirse al abrigo de una sociedad hinchada y henchida de pequeños bienes materiales.
Esa gente se comporta (o nos comportamos*) como si no hubiera nada que perder; nada o casi nada que temer perder, como si la vida no valiera nada, como si todo, la vida misma, fuera tan solo un simulacro.
Y no es que esa gente sea (o seamos), valiente, es que ha (o hemos) perdido parte del instinto de supervivencia.
Si no morimos jóvenes (porque el miedo es un reflejo y sin reflejos no se puede durar), viviremos mal, adocenados, escogiendo tonos de gris marengo, que si más brillantes, que si mates... que si ¿qué más?
Nada. Y si no eres nada o casi nada, al morir no pierdes nada o casi nada.
El miedo es necesario, estúpidos.
No tener miedo es de cobardes. De gente que no es capaz de hacer nada por la gente. De gente que tiene miedo a la vida, y lo siente.

(*) La gente somos todos. Yo no soy yo sin la gente, incluida esa gente sin valor.
Y no sabéis cómo me jode eso, que seáis así, que seáis como yo, o yo como vosotros ¡cobardes!

viernes, 8 de abril de 2016

Corduras sitiadas

Tu cuerpo es mi paisaje,
tu pensamiento el horizonte inabarcable.

Tu cuerpo es el paisaje en que descansa
o se aviva, mi mirada.
Y si cierro los ojos te imagino
tendida o irguiéndote ante olas suaves,
nota vivaz, inquieta, presta,
en el adagio mediterráneo.

Esta noche, la luna y su pálida luz
y tú y el mar oscuro
seréis el paisaje que sitiará mi cordura.

Mírame:
mi ojos están llenos de paisajes,
llenos de ti.
Pero mi cabeza,
aun embriagada de luna y mares,
hechizada,
es y será como la tuya,
inabarcable

Jordi Rueda

lunes, 4 de abril de 2016

Di un "te quiero"

  
  Una vez le di un te quiero a una muchacha.
Se lo serví después de darle un beso
dulce y tierno,
quizá porque sentí que era el momento
de llegar con eficiencia a sus adentros.

Toda ella era una nube arrebolada
y juntó su cara con mi cara
tratando de evitar que yo notara
que el cuerpo y las piernas le temblaban.

Sus cabellos se enredaron con mi barba
y sentí la rebeldía de sus pechos en mi pecho,
y ese olor a mujer de las mujeres que desean
al hombre al que se abrazan.

Al otro día, por la tarde, faltamos al trabajo.
Sembramos, cuerpo a cuerpo,
quimeras de felicidad uno en el otro
y quedamos unidos y atrapados 
en la trampa del te quiero 
unos años,
demasiados.

Creíamos que solamente unidos  
gozaríamos de por vida esos delirios.
Pero su carne, día a día, se cansaba de mi carne
y mi carne se aburría con la suya.

Al principio dijimos que moriríamos juntos,
que ni el infeccioso hastío
de aquellos que viven francamente,
sin misterio, lograría separarnos.
Y así, con esa decisión, 
anduvimos de la mano 
hasta el borde de un barranco.

Allí avistamos nuestros cuerpos rotos,
agonizantes entre piedras, allá abajo... 
Mucho dolor, pensamos.
No hay que extinguirse con dolor, dijimos.
Nos miramos, nos besamos y marchamos,
por fin, cada uno por su lado.

Hoy sembramos delirios más livianos
en personas que no aspiran al amor eterno
(o eso dicen).
Y evitamos los te quiero que conducen al abismo.

Fue muy eficiente mi te quieroPor un tiempo, demasiado.
Pero ahora lo valoro como un te quiero... 
¿bien dado?

Jordi Rueda