lunes, 4 de abril de 2016

Di un "te quiero"

  
  Una vez le di un te quiero a una muchacha.
Se lo serví después de darle un beso
dulce y tierno,
quizá porque sentí que era el momento
de llegar con eficiencia a sus adentros.

Toda ella era una nube arrebolada
y juntó su cara con mi cara
tratando de evitar que yo notara
que el cuerpo y las piernas le temblaban.

Sus cabellos se enredaron con mi barba
y sentí la rebeldía de sus pechos en mi pecho,
y ese olor a mujer de las mujeres que desean
al hombre al que se abrazan.

Al otro día, por la tarde, faltamos al trabajo.
Sembramos, cuerpo a cuerpo,
quimeras de felicidad uno en el otro
y quedamos unidos y atrapados 
en la trampa del te quiero 
unos años,
demasiados.

Creíamos que solamente unidos  
gozaríamos de por vida esos delirios.
Pero su carne, día a día, se cansaba de mi carne
y mi carne se aburría con la suya.

Al principio dijimos que moriríamos juntos,
que ni el infeccioso hastío
de aquellos que viven francamente,
sin misterio, lograría separarnos.
Y así, con esa decisión, 
anduvimos de la mano 
hasta el borde de un barranco.

Allí avistamos nuestros cuerpos rotos,
agonizantes entre piedras, allá abajo... 
Mucho dolor, pensamos.
No hay que extinguirse con dolor, dijimos.
Nos miramos, nos besamos y marchamos,
por fin, cada uno por su lado.

Hoy sembramos delirios más livianos
en personas que no aspiran al amor eterno
(o eso dicen).
Y evitamos los te quiero que conducen al abismo.

Fue muy eficiente mi te quieroPor un tiempo, demasiado.
Pero ahora lo valoro como un te quiero... 
¿bien dado?

Jordi Rueda

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