jueves, 29 de noviembre de 2018

Melancolía

Cuando la melancolía se instala en nuestra cabeza, nos brinda la oportunidad de abandonarnos un rato en ella y, así, deleitarnos en la desmayada belleza de las cosas que solo con su compañía percibimos.
La melancolía es hermosa y generosa, no nos quiere en exclusiva y le gusta compartirnos con la alegría, a la que aprecia tanto como nosotros mismos. 
Solo detesta a la indiferencia, esa inútil puerta del vacío.

domingo, 18 de noviembre de 2018

Las ventanas

Lo más fascinante de una casa —aparte de las personas— son sus ventanas.
Siempre prometen vida.
Y si llueve y llueve sin parar, como estos días, despiertan la imaginación y hasta te dicen ¡hola!


Foto: © Jordi Rueda


viernes, 9 de noviembre de 2018

martes, 30 de octubre de 2018

Penúltima voluntad


Morir suavemente,
sin dolor, 
con la mirada en un mar calmo,
sintiendo en la cara su tenue soplo salado
mientras la luz, la última luz, 
olvida unos destellos
en las aguas.

Morir en un pausado atardecer 
donde el gris, cada vez más oscuro, 
suceda al luminoso azul,
lejanos los soles rojos
y ausentes las lunas blancas.

Morir despacio,
como se bebe un agradable vino blanco,
dejando desvanecer sus aromas.

Morir al morir el cielo, el mar y el aire,
suavemente, 
sorbo a sorbo...
Aunque sin apurar la copa:
el que ha vivido siempre deja algo.
Es ley de vida. O de muerte.

Jordi Rueda 
(26/10/14)

sábado, 27 de octubre de 2018

Com els grans de mangrana

Portes un vestit del color dels grans de mangrana.
És un vestit ajustat, de coll rodó, 
tancat, de màniga llarga, de cotó.
El teu vestit del color dels grans vius de mangrana
llueix discretíssims fils d'or,
com aquelles jaquetes toreres de gala,
i defineix els perfils del teu cos
que té, quan es mou, sensual elegància.

El teu vestit és lluent i tu et llueixes amb plaer.

Els mínims fils d'or del teu vestit
posen brins de vida al teu cos de dona
com els pinyolets blancs i grocs dels grans de mangrana
que posen, humits, desig a la boca.


El teu vestit grana és sent orgullós vestint el teu cos
i de fer imaginar la bellesa rosada que amaga.
Et miro i tinc set
com quan miro els grans humits de la mangrana
—la vida—
i veig els teus ulls que tenen espurnes de plata
si veus com jo miro els fils d'or
que tremolen com si tremolés el teu cos.
El teu cos no tremola, tremola el teu cor
i el batec fa brillar a la llum els fils d'or del vestit.

A poc a poc —amb els ulls plens de plata brillant—
descordes la meva camisa.
Jo baixo la cremallera del teu vestit
que ja he perdut de vista
perquè els meus ulls són ara un mar dolç que neda als teus ulls.
El teu vestit ha quedat plegat al cul de la cadira i la meva camisa,
la meva camisa, no sé on para.
El teu cos ja és de seda i la carn és rosada,
la carn teva i la meva.
Abraça'm. Som persones felices i nues.
Menjarem la mangrana i començarà el misteri de la unió consumada.

Jordi Rueda

miércoles, 1 de agosto de 2018

Nits de pausa

En aquestes nits caloroses de l'estiu
podem gaudir d'hores de pausa,
hores neutrals,
hores per apreciar
els moviments lents de les ombres.

Arbres, cases i persones
a la llum minsa de la lluna,
proposen alleujar-nos de la vida cobejosa,
de la vida que tracta d'acabar amb s'ansietat
–o potser amb si mateixa–
al més aviat possible.

Hi ha hores sense objectius,
hores per recuperar una mica d'harmonia 
i per pensar, imaginar, somiar, crear
i viure com de vegades fan els savis,
com alguns poetes, pintors i músics,
com la gent que ja és feliç.

jueves, 14 de junio de 2018

Paraules enceses per cuques de llum

A on van els transeünts? Què esperen trobar?
Per què són tants els que corren?
En les seves cares n'hi ha incertesa i esperança
a parts iguals.
Tots, potser, busquen el mateix sense saber-ho:
paraules enceses, paraules enceses de llum,
de llum com la mínima llum de les cuques de llum .
Molts, els que tenen mandra de caminar,
s'apinyen a les parades d'autobús.
Prenen línies diferents, però totes van al mateix lloc:
l'aiguamoll a on en la nit s'exhibeixen insectes luminescents
cridant a l'amor.
Els que no s'adormin,
veuran aviat a les alades cuques de llum
pujant cap al cel,
centellejant en el seu assalt a l'horitzó fosc.
Uns altres, amb els ulls tancats,
escoltaran, escoltaran,
escoltaran per si sonen paraules alades,
que potser sentiran  com si fossin paraules enceses, 
paraules de foc.
D'altres, ben adormits, patiran un mal son.
Aquests hauran d'esperar una altra nit
per veure les alades cuques de llum
que encenen paraules de foc,
paraules que es tornen paraules enceses d'amor.


sábado, 12 de mayo de 2018

Tahití

Tahití. Café.
Gauguin. Colores.
No sé más de Tahití.
¿Qué sabes tú?
Poco, que está en el Pacífico,
que el clima es bueno,
que tiene visos de ser un paraíso,
que su nombre invita a soñar.
¿Vamos?
Vamos, sí quieres, pero separados.
Allí, con los ojos abiertos a la belleza,
 libres de recuerdos,
felices ante lo nuevo,
tal vez nos junte el azar
y descubramos
que el paraíso somos tú y yo 
 inesperadamente juntos,
como el día en que nos conocimos
en el Musée d’Orsay
y la venturosa realidad
empezó a parecernos tan hermosa
como nuestras fantasías.
 ¿Y si el azar no nos junta…?
Viviremos otras fascinantes aventuras.
El azar es sabio.

J. R.
 


P.S.- Todas las imágenes que aparecen en este blog son originales salvo esta reproducción de la pintura de Paul Gauguin, ‘Arearea’ (1892), que se encuentra en el Musée d’Orsay, en París.

lunes, 23 de abril de 2018

El tipo del espejo

En esta fosca habitación de hotel
hay un espejo colocado de tal modo
que parece verlo todo.
En cuanto me levanto de la cama
noto que hay alguien que se mueve en él 
y me mira cuando yo lo miro.
Siento pudor.
Me voy al baño y regreso 
con la cara lavada y perfectamente peinado:
ya soy capaz de mirar de frente al del espejo.
El muy impertinente se me parece,
pero es menos interesante que yo,
si bien en apostura me aventaja.
Aunque parece, a ratos, 
uno de esos personajes medio fatuos
que van andando por ahí como
si estuvieran mirándose al espejo.

Bajo la vista y observo un viejo secreter de madera,
de esos que tienen una Biblia en el cajón
y una carpeta de pseudopiel encima,
con cuartillas en blanco con membrete,
el del hotel, en su interior.
Siempre tengo tentaciones de escribir
en una de esas cuartillas
que los hoteles dejan gentilmente 
a disposición del huésped.
A veces, incluso, me siento ante ellas,
pero entonces no se me ocurre nada.
El tipo del espejo observa mi cara de desencanto.

Descorreré las cortinas.
La luz exterior desafía y vence a la interior.
Tomo una botella de agua del frigorífico,
es de un famoso manantial escocés.
Ligera, fresca, transparente.
Un agua excelente, a buen seguro,
para echar un chorrito a un whisky añejo.
Bebo. La sed se desvanece. Siento placer.
El tipo del espejo me sonríe.

Me visto. La chaqueta me cae bien.
La calle me espera.
En el espejo veo una mirada de ilusión.
El curioso que me observa en ese vidrio
sabe que tengo todo el día por delante
en una ciudad que bulle vitalmente.

Por la noche, cuando vuelva,
me sentaré ante el secreter
y escribiré una carta,
tal vez a mí mismo,
relatando algún momento de la jornada,
quizá una pequeña experiencia inesperada. Quizá.

Hasta luego, espejo. Nos vemos por la noche.

miércoles, 21 de marzo de 2018

Lágrimas de nieve

Flores blancas,
árboles leñosos.
A sus pies, la nieve.

Frías lágrimas de nieve
caen de las ramas de los árboles
sobre tus mejillas trémulas.
Quieren resbalar por ellas
porque quieren parecerse al llanto.



sábado, 3 de marzo de 2018

NIeve de luna

Amaina la lluvia,
se marchan las nubes,
hay luna creciente.

Las gotas de lluvia
en tu rostro
parecen espejos
de pequeñas lunas
que van a tu escote,
que buscan tu pecho.

En tu pelo negro
hay nieve de luna
y en tus ojos verdes
chispean los vientos,
mientras en tu boca
ya prenden los besos.

La lluvia, la noche,
la luna, reflejos,
tus ojos, los vientos,
tu boca…
y, al final, los besos.

jueves, 1 de marzo de 2018

Sombra de fealdad

Esos edificios tan altos,
de fea figura,
dan demasiada sombra
y oscurecen el barrio.
Pero ahora se han rendido:
está nevando.

Por unos días,
preferiría que no saliera el sol
para no ver esas sombras,
sombras de fealdad.

viernes, 23 de febrero de 2018

Febrer

Encara hi ha neu que dorm
a les teulades
i l’aire fred té gust de no-res

en els teus llavis, però,
hi ha enmirallat un bri de sol
i jo vull tastar-lo
per saber com és el tacte de la llum

que, si més no, un bes a l’hivern
és una certesa de vida encesa,
de vida que venç al fred.

Jordi Rueda  (febrer de 2014)

martes, 20 de febrero de 2018

La realidad del tiempo

Al joven le pesa el futuro; al viejo, el pasado.

A los que están en la edad media de la vida y son conscientes de ello, les duele el pasado y les asusta el futuro. 

A los niños, en cambio, como no tienen aún conciencia del tiempo, solo les importa el presente, y lo gozan.

En eso, yo soy como un niño. 

sábado, 17 de febrero de 2018

Tan tan, tan tan

Una mariposa nocturna tantanea con sus alas en los cristales de la ventana que da a la galería.
Tan tan, tan tan.
Quizá no tarde en llover.
Se huele la humedad.
Hay luciérnagas en el alféizar.

La mariposa mueve sus alas.
Sube y baja por el cristal cuya impenetrabilidad no comprende.
Parece que está furiosa. Quiere entrar y se desespera.
Giro la cabeza para no verla. Me inquieta.
Tan tan. Vuelve a llamar.
Tan tan.
Apagaré la luz. No tomaré más notas.
La verdad es que no se me ocurre nada que merezca la pena.
Mañana concluiré el trabajo
Cerraré los ojos para divagar.
Algo veré en mis pensamientos
O, al menos, daré una cabezada.
Se me aparece mi amiga dicharachera con su faldita escocesa de colegiala sexy.
La misma que llevaba ayer.
No tiene otra a cuadros escoceses ni tan corta.
Creo que la considera un argumento lúdico para alborotar mis instintos de macho sofisticado.
Hoy no ha venido únicamente a charlar conmigo. A veces quiere hablar y hablar y no para de hacerlo. Haga lo que yo haga, su discurso es imperturbable.
Pero esta noche quiere adueñarse de mi sopor para adentrarse en mis sueños. Le gusta hacerme suyo, atentamente suyo, completamente suyo.
Mientras tanto, mariposas y mariposas atraviesan los cristales
A decenas, a cientos. Son tantas que chocan entre sí.
Mi amiga se convierte en mariposa y su faldita escocesa se transforma en alas que la suspenden en el aire.
Lleva unas bragas color hueso que casi se confunden con su carne pálida de muchacha flaca. Vocacionalmente flaca.
Vuela entre pétalos oscuros, por encima de mí.
Pero su faldita es demasiado corta para hacerse alas que la sostengan.
Me caerá encima. Está flaca y me clavará alguno de sus huesos.
¡Ay!
Las restantes mariposas buscan el botón de la luz para prenderla. Qué raro.
Siento su aleteo y hasta siento que las veo. Mañana tengo que ir al banco a ordenar que devuelvan ese recibo que no procede.
Dunas blancas, doradas, dunas, dunas…
Sí que veo luces de luciérnagas en el aire, más allá de las mariposas nocturnas que habían inundado la habitación, ahora que parece que se han ido.
Pétalos negros. Rosas.
Estoy solo. Más acá de los cristales el aire está limpio, no hay polen de alas de mariposas flotando.
Necesito comprar una cafetera.
Más allá de los cristales, los minúsculos centelleos de las luciérnagas se multiplican.
No me gusta el café soluble. El hervidor es eficaz y me permite calentar el agua para los tés, también.
En la alacena tengo almendras y orejones.
Manzanas. Nueces.
Manzanas, manzanas. La habitación central de la casa está llena de cajas llenas de manzanas.
Todas las cajas de manzanas de todas las fruterías del sur de Europa están ahí. Las mariposas, cientos, miles, las quieren sobrevolar, pero caen sobre ellas. Muchas se desploman súbitamente. Otras parecen querer posarse, pero también caen.
¿Le gusta el aroma de las manzanas a las mariposas nocturnas? A mi sí, pero estas manzanas en cajas diría que no huelen tanto.
Necesito una cafetera. ¿Estoy dormido? ¿Tengo frío? ¡Las manzanas provienen de cámaras frigoríficas y están enfriando la casa.
Me envolveré en entresueños; me arroparé con ellos.
¿Dónde están las mariposas? ¿Y las manzanas? Huelo a café.
Tengo que entregar ese trabajo mañana. Estoy despierto.
Las luciérnagas siguen ahí. Estaba soñando.
Me levantaré para cerciorarme de que no hay cajas de manzanas en la habitación de al lado. Ni mariposas.
No hace falta. Con los ojos entreabiertos de mis entresueños no veía la puerta entreabierta de la habitación de al lado y aunque está oscura y tengo los ojos completamente cerrados me parece que no hay manzanas.
Amor. Rosas de la noche.
Aún hay muchas luciérnagas macho volando sobre las luciérnagas hembra que no sé cómo han llegado al alféizar de la ventana que da a la galería. Lucecitas, lucecitas. Mis ojos no se abren del todo, seguiré en el cuarto oscuro de mis ojos. Deshojaré los pétalos oscuros de la rosa de la noche. El galanteo de las luciérnagas es hermoso.
Bulle mi cerebro. Tomaré un café soluble ¡qué remedio!
Si compro una cafetera nueva (debo tirar la herrumbrosa, aun la tengo en un estante de la cocina), tiene que ser una cafetera italiana clásica, como aquellas que mi madre y mi segunda exposa ponían sobre los fogones. Los viejos fogones en los que guisaba mi madre… los de vitrocerámica de aquella exposa mía que siempre tenía prisas, que hacía café para todo el día y luego lo recalentaba en el microondas. Café oscuro, que no llegaba a ser negro, como el soluble. Tierra oscura. Tierra sin rosas.
Cada vez hay menos luciérnagas volando. ¿Se habrán apareado? Si me acerco al alféizar para verlas tal vez se asustarán. Me acerco. No veo lucecita alguna.
Basta de oscuridad, ya no hay mariposas tantaneando. Prenderé la luz.
Tomaré una infusión y acabaré el trabajo.
Tan tan. Madera.
Tan tan, la puerta de la calle. Madera.
Tan tan. Una voz: Tantarantán tan tan. Debo abrir.
Mi amiga dicharachera está la otro lado de la puerta.
Abro. Me abraza. Sonríe. Me gustan sus ojos. Me emociona su mirada.
Se quita el abrigo.
Me muestra el vestido negro con laminillas de plata que lleva puesto. Da una vuelta sobre si misma. Ensancha su sonrisa.
¿Vienes de una fiesta? No, de una vernissage muy aburrida. Vengo para vengarme del día de hoy  y a pasar la noche contigo. ¿A vengarte? ¿De quién? De nadie, de mi hastío. Solo se me cura contigo. ¿Conmigo? Contigo, contigo ¿Cuántas veces has dicho contigo desde que has entrado?
Mira que traigo. Me entrega un paquete. Lo abro. ¡Una cafetera italiana!
Sonríe de oreja a oreja. La beso. Mañana la estrenaremos. ¡No, ahora! No quiero que duermas. No tengo café en grano ni molido. Mañana.
Bien. Vamos a la cama Me besa. Espera. No te quites el vestido. Me gusta el brillo titilante de las laminillas, me recuerda el de las
luciérnagas macho cuando vuelan y quieren hacerse ver por las luciérnagas hembra que están en el suelo, también brillando.
Ah ¿y cuándo has visto tú esas luciérnagas?
Esta noche, a través de la ventana de mi cuarto de trabajo. Estaba somnoliento y mientras cabeceaba he recordado ese espectáculo. He soñado que paseábamos juntos, agarrados de la cintura, por una vereda tropical y que avanzábamos flanqueados por luces de cocuyos, que son insectos parecidos a las luciérnagas.
¡Qué bonito! ¿A dónde íbamos? No íbamos, estábamos juntos, juntos en un sueño de lucecitas vivas. ¿Y yo llevaba este vestido negro con laminillas? No, llevabas la faldita escocesa de colegiala. Ah, qué fea, pero si esa faldita la compre para ir a aquella fiesta de disfraces cutres que montó mi amiga Lidia, la que quería que fuéramos todas de pilinguis y yo fui de pilingui jovencita ¿tengo carita de ingenua verdad? ¿Verdad?
Eres ingenua ¡Cuando quiero! Eres dulce ¡Cuando quiero! Eres ardiente ¡Cuando quiero! Lo eres, lo eres, lo eres, por eso te sueño en mis sueños de noches nupciales de luciérnagas. Bueno, bueno, no sé si creerte o si dejarme embaucar con tus historias. Y no me gusta que me  sueñes con la faldita esa de pilingui que se hace la niña…Yo estoy muy buena, aunque tú que eres un avaricioso de mis carnes me llames flaca, y no necesito provocar a nadie para ser deseada. Solo a ti, a veces. Pocas, ja ja. Te sublevas enseguida.
¡Mira que lo he dejado todo por ti esta noche! Tenía que entregar un trabajo mañana, pero te has aparecido en mi cabeza y has despertado mi soñera.
Ese vestido tuyo de la laminillas es en verdad precioso, se ajusta a las formas distinguidas de tu cuerpo y es como un cómplice de tu elegancia natural.
¡Calla!

A la mañana siguiente, cuando me levanté para mis abluciones matinales y para ir a  comprar café molido para estrenar la cafetera, el suelo estaba lleno de laminillas de plata. También había cadáveres de mariposas nocturnas y de otros insectos que no identifiqué. Ella dormía, zzz.
Huele a café. Qué rico. ¡Qué grandes tienes los ojos! Estaba profundamente dormida, soñaba que paseaba por un jardín de rosas negras. Te buscaba.
Tendrás que ir a trabajar con ese vestido, nocturno y arrugado…  No. Pasaré por casa. Te quiero. Hasta las 11.33 no tengo prisa. Me ha divertido mucho hacer el amor vestida. Solo me has quitado el suje… No quería que nada te abrazara. Te quería solo mía. Eres un encanto, demasiado complicado, a veces; un macho sofisticado que se hace amar con esas mentiras que cuenta… Con esos sueños que inventas.
Rosas negras. Calma.


jueves, 25 de enero de 2018

La originalidad que enamora

A veces te enamoras de un poema, de una canción, de una fotografía, de una pintura. Otras, necesitas enamorarte de algo nuevo, sorprendente, original, y te pones a escribir un poema o una canción o a pintar o tomas una fotografía desde un ángulo único, el tuyo, para enamorarte de tu propia creación que previamente has imaginado dotada de belleza y reflejo de tus emociones.
Si tus obras, bien logradas o con imperfecciones veniales, te enamoran, tendrás en ellas fuentes de recursos para componer otros poemas, canciones o imágenes, incluso cuando tu pasión por ellas remita. Los enamoramientos, como, a menudo, los grandes amores, están sometidos a la fugacidad de nuestra percepción.
Composición comestible. Foto: © Jordi Rueda.
Enamorarse es fácil, pero requiere que aprecies originalidad en el objeto que te enamora. Al que plagia, le cuesta mucho más enamorarse del resultado de su robo artístico, salvo que
caso raro — éste supere a la obra plagiada.
Es la originalidad, ajena o propia, la que seduce. Si te has enamorado muchas veces, podrás enamorarte fácilmente muchas más: de las obras que labres, si te emocionan, o de las ajenas, si distingues en ellas una personalidad seductora.

P.S.- No confundir la admiración por una obra para experimentar la cual solo se necesita algo de cultura y buen gusto con el enamoramiento, que requiere apreciar en ella singularidad.

lunes, 22 de enero de 2018

Humo en la sala de espera del invierno

Yo también fumaba malsanos cigarrillos en un tiempo. Los cigarrillos entretenían mis dedos y el humo adornaba la oscura sala de espera del invierno.
No era inútil aquel humo..
El humo gris asciende y se vuelve claro, casi blanco,
hasta que se convierte en atmósfera o, quién sabe,
se vuelve invisible para atravesar el techo. 
Foto; OVC.