Cuando la melancolía coquetea con nuestros pensamientos, nos brinda la oportunidad de abandonarnos un rato en ella y, así, deleitarnos en la desmayada belleza de las cosas que solo con su compañía percibimos.
Esa melancolía ligera es dulce y generosa, no nos quiere en exclusiva y le gusta compartirnos con la alegría, a la que aprecia tanto como nosotros mismos.
Solo detesta a la indiferencia, esa puerta del vacío.
Solo detesta a la indiferencia, esa puerta del vacío.
Foto: © Jordi Rueda
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