En tu mirada de miel
hay dos soles pequeños,
cada vez más pequeños,
Son compañeros del ocaso
pero aún despiden
fugacísimos destellos.
Poco a poco, empero,
se visten de penumbra
y ocultan su dulzura.
Tus ojos se convierten en ausencia,
Tus ojos se convierten en ausencia,
los míos en olvido.
No estamos hechos, ahora,
el uno para el otro y acaso para nadie.
Quizá una noche,
vacíos de recuerdos,
con un poco de neón en las pupilas,
volveremos a encontrar el deseo que nos debemos
en ti o en mi, en él o en ella.
Y en algún rincón de los ojos
de personas sin pasado,
como nosotros,
volveremos a vernos.
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