En silencio me miras.
Tu mirada despierta en mis ojos una humedad que el peso de la
melancolía quiere convertir en lágrimas.
El agua de la montaña, mientras tanto, cae por una piedra cubierta
de musgo y se deposita lentamente en la tierra que la filtrará hacia un río.
Calladamente lloramos sobre el musgo dulce y tristón que se
despereza con la efusión de cada lágrima salada.
Cuando tu silencio llora sobre mí y me hace llorar, llorar hacia
adentro, nace un río.
La melancolía es un río por desembocar.
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