sábado, 12 de agosto de 2017

Como un perro triste

Hay un perro triste en el vecindario,
Un perro que gime.
Tal vez le asusta la soledad en la noche.
Tal vez tiene hambre.
Otros perros, a lo lejos,
le contestan con ladridos desganados.
No sienten su pena.
.
El perro del vecindario vuelve a gemir.
No es capaz de ladrar bajo las nubes sombrías.
Está muy solo

La soledad del perro me conmueve.
La mía empieza a dolerme.
Hay noches en que uno no quiere estar solo,
no quiere ser un perro triste
como ese que gime y gime
porque la única cosa que le importa en el mundo:
su dueño, no está.

Ahora podría acariciar la cabeza de ese perro triste
para aliviar su desazón, para que no gimiera,
para hacerle entender que no está solo en el mundo.
Así, yo también dejaría de sentir esa inesperada soledad,
la soledad del perro.

Jordi Rueda

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