Aquellas amapolas sentían deseos de volar.
Necesitaban volar.
Tenían
un sueño.
y ahora ya lo cumplen en el aire.
Han
convertido sus pétalos en alas.
También han mudado un poco sus colores
y se ofrecen a la luz del mundo
suspendidas en el cielo, ondulantes,
volando en corto,
volando en corto,
rociando
el infinito de pequeñas ilusiones.
Son
amapolas de varios colores:
rojas
de rojo carmín,
rojas
de rojo amapola,
rojas
como tinta roja,
rojas
de sangre de mujer hermosa
rojas
de sangre de donante de sangre,
rojas flotan
y vuelan sobre trigales verdes,
trigales que no amarillean, aliados que son
de
la belleza de los colores terrenos/aéreos
de
las amapolas.
Ahora
los trigales
parece
que quieran ser siempre verdes
para
que el sol y los planetas y los astronautas
y
los drones inteligentes
contemplen
mejor los vistosos devaneos
de
las amapolas rojas.
Y en el aire, algunas amapolas
quieren
mudar otra vez su color.
Han
visto que a lo lejos,
al
otro lado del mundo,
hay minas de lapislázuli
hay minas de lapislázuli
y
han empezado a tomar
bellos
tonos de azul:
azul
lapislázuli,
azul
índigo.
Azul
de los marcos de ventanas
de
casas mediterráneas.
Azul
como el de las pinturas de Pol Ledent.
Azul
limpio como el cielo al atardecer
en un día con pocas pero muy blancas
nubes blancas colgadas del cielo azul.
en un día con pocas pero muy blancas
nubes blancas colgadas del cielo azul.
Esas
nubes que miran y admiran a las amapolas
y
no quieren mojarlas
para
que floten y vuelen, ufanas, ufanas,
valientes,
hermosas, rebeldes.
Rebeldes flores aladas
que ponen al aire colores.
Colores
hermosos, azules y rojos,
y
rojos y azules
que
invitan a los trigales
a
permanecer tiernamente verdes,
a
no amarillear ni madurar
para
que los bellos colores,
colores
mutados de las amapolas
sean
los dueños de tus ojos,
los dueños de todos los ojos que saben mirar,
los ojos que ven más allá de los campos que ven.
Los ojos que ven.
los ojos que ven más allá de los campos que ven.
Los ojos que ven.
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