martes, 24 de enero de 2017

Las amapolas del aire

Aquellas amapolas sentían deseos de volar.
Necesitaban volar.
Tenían un sueño.
y ahora ya lo cumplen en el aire.

Han convertido sus pétalos en alas.
También han mudado un poco sus colores
y se ofrecen a la luz del mundo
suspendidas en el cielo, ondulantes, 
volando en corto,
rociando el infinito de pequeñas ilusiones.

Son amapolas de varios colores:
rojas de rojo carmín,
rojas de rojo amapola,
rojas como tinta roja,
rojas de sangre de mujer hermosa
rojas de sangre de donante de sangre,
rojas flotan y vuelan sobre trigales verdes,
trigales que no amarillean, aliados que son
de la belleza de los colores terrenos/aéreos
de las amapolas.

Ahora los trigales
parece que quieran ser siempre verdes
para que el sol y los planetas y los astronautas
y los drones inteligentes
contemplen mejor los vistosos devaneos
de las amapolas rojas.

Y en el aire, algunas amapolas
quieren mudar otra vez su color.
Han visto que a lo lejos,
al otro lado del mundo,
hay minas de lapislázuli
y han empezado a tomar
bellos tonos de azul:
azul lapislázuli,
azul índigo.
Azul de los marcos de ventanas
de casas mediterráneas.
Azul como el de las pinturas de Pol Ledent.
Azul limpio como el cielo al atardecer
en un día con pocas pero muy blancas
nubes blancas colgadas del cielo azul.
Esas nubes que miran y admiran a las amapolas
y no quieren mojarlas
para que floten y vuelen, ufanas, ufanas,
valientes, hermosas, rebeldes.

Rebeldes flores aladas
que ponen al aire colores.
Colores hermosos, azules y rojos,
y rojos y azules
que invitan a los trigales
a permanecer tiernamente verdes,
a no amarillear ni madurar
para que los bellos colores,
colores mutados de las amapolas
sean los dueños de tus ojos,
los dueños de todos los ojos que saben mirar,
los ojos que ven más allá de los campos que ven.
Los ojos que ven.

No hay comentarios:

Publicar un comentario