El invierno que viene será duro.
Nuestros ojos irán perdiendo luz,
como si ya no esperaran
que les vieran otros ojos.
Cantará el gallo cada día
y cada día te darás la vuelta
en nuestra vieja cama.
para dormir un poco más
y no afrontar tan pronto
la molesta claridad que hace visible
nuestra mustia subsistencia
rutinaria
Nos hemos acomodado
en una vida muelle, segura y sin sorpresas.
No echamos de menos la libertad
ni la aventura y ya, por ello,
no merecemos amar
ni ser amados.
Presagio pese a todo, una mañana
en que el gallo cantará muy fuerte
y alguno de los dos —o los dos juntos—
saltará de inmediato de la cama
a tratar de resolver los crucigramas
y los enigmas seductores de la vida.
Y alguno de los dos
—o los dos, acaso juntos—
volverá a espejar la luz en sus curiosos ojos.
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