lunes, 14 de noviembre de 2016

La más bella

Aquel que deshoja margaritas porque sí
comete crímenes de lesa flor.

El que lo hace como yo,
cantando síes y noes
en pétalos que no arranca,
se tortura un poco más
por hacer la cuenta bien.

Pero mi tormento, el verdadero,
es ella, la más bella,
la que no me dice que si,
la que no me dice que no.
La que ha llenado su casa de jarrones
y de pequeños búcaros,
todos luciendo margaritas
u otras flores parecidas.

No quiero ser un criminal
No quiero matar flores
No quiero deshojar las margaritas,
prefiero que ella, la más bella,
las deje morir con lentitud
como mueren los adornos vivos, todos,
como se ajan las facciones de las bellas.

No voy a deshojar la margarita,
No quiero ser un criminal.
Qué tontería,
si es que en realidad quiero que me diga que no.
No soportaría una vida compartida,
día a día,
con sus flores muriendo en los jarrones
colocados en todos los rincones de la casa,
de su casa,
de su ordenada casa.
Incluso en la cocina
hay florecillas,
en una cocina que no huele a nada.

Esa mujer que no abre el apetito,
bella sin olor,
tiene siempre margaritas en su casa.
y ya me ha confesado
que nunca ha deshojado una.

Margarita, así se llama también ella,
es hermosa, perfecta
narcisista,
la más bella,
y su cocina no huele a nada.

Y pensar que me enamoré de Margarita
por el clavel que llevaba en el pelo
aquella noche.

Aquel clavel olía y era rojo
y más tarde su cuerpo
bañado en mi sudor
también olía a hembra
pero solo fue una noche
y en mi casa.
Allí no había flores que deshojar
y fuimos al grano.

Aquí, en la suya, que es más grande
y más cómoda
tardaríamos demasiado en ser felices.

Aunque ahora yo ya no tengo casa…
Me quedaré unos días más. Con ella,
la más bella,
por si nos apañamos.

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