Orvalla. Es otoño.
Se doran las hojas de la acacia
y avisan de su dulce decadencia.
Las hojas morirán, pero no la acacia.
Nuestra pasión,
que era del color de las cerezas,
rojo sangre,
parece diluirse lentamente,
pero en tus facciones y en las mías,
bajo la caricia suave de la lluvia,
se asienta una amistad enamorada,
tranquila y limpia,
que no teme atravesar el tiempo.
Cruzaremos el invierno.
Las acacias, mientras tanto,
se vestirán de verde nuevamente,
preparando el estallido de sus flores,
preparando el estallido de sus flores,
rojas o blancas o amarillas,
ávidas de sol para lucirse.
Hay vida en los colores,
incluso en este gris que traspasamos.
Estamos empapados del orvallo
y se han pegado en nuestras ropas
muchas hojas doradas.
Son hojas muertas que se llevará el viento.
Nosotros, como la acacia, reverdeceremos.
Y vendrá, después, otro tiempo de cerezas.
Son dulces las quimeras cuando la lluvia es dulce.
No hay comentarios:
Publicar un comentario