sábado, 22 de octubre de 2016

Son dulces las quimeras cuando la lluvia es dulce

Orvalla. Es otoño.
Se doran las hojas de la acacia
y avisan de su dulce decadencia.

 Las hojas morirán, pero no la acacia.

Nuestra pasión,
que era del color de las cerezas,
rojo sangre,
parece diluirse lentamente,
pero en tus facciones y en las mías,
bajo la caricia suave de la lluvia,
se asienta una amistad enamorada,
tranquila y limpia,
que no teme atravesar el tiempo.

Cruzaremos el invierno.
Las acacias, mientras tanto,
se vestirán de verde nuevamente,
preparando el estallido de sus flores,
rojas o blancas o amarillas,
ávidas de sol para lucirse.

Hay vida en los colores,
incluso en este gris que traspasamos.

Estamos empapados del orvallo
y se han pegado en nuestras ropas
muchas hojas doradas.
Son hojas muertas que se llevará el viento.

Nosotros, como la acacia, reverdeceremos.
Y vendrá, después, otro tiempo de cerezas.

Son dulces las quimeras cuando la lluvia es dulce.

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