domingo, 13 de marzo de 2016

Gardenias y besos

Te he traído dos gardenias
y tus labios, 
tantas veces generosos 
con mis labios y mi cuerpo,
se han fruncido.
Ve con cuidado, mujer hermosa,
que ya tienes arrugas debajo de la nariz,
arrugas que parecen un bigote,
arrugas tristes de labios que se encogen 
y no besan.

Si ya no me quieres 
o ya no me quieres querer, 
no hace falta que me des esos besos resbalosos,
hechos de fingida indiferencia.
No me beses a mí,
pero sigue besando: a tu hija, a tu hijo
a tu madre, a tu padre,
a tu amante, si lo tienes,
dales besos.

Detrás de cada beso hay un cálido misterio,
hay felicidad porque hay entrega.
Es un síntoma de amor, ese bien necesario para seguir vivo,
bien vivo.
El amor es el motor
y al besar percibes que está en marcha.

Vivir sin misterio, sin entrega, sin amor
es mal vivir.
Yo, de camino a ti,
he besado suavemente unos pétalos de las gardenias que te traigo
Tú también puedes hacerlo, es delicioso.

Así te darás cuenta de que aun no están marchitas. 

Jordi Rueda

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